A veces el egoísmo puede ser un excelente motor para la vida. De hecho, cuando tenemos bien colocada la autoestima, estamos listos para enfrentar retos y avanzar en nuestros propósitos.

Sin embargo, no siempre pensar sólo en nosotros es bueno. La búsqueda del equilibrio es fundamental y en ocasiones abandonar el egoísmo es lo mejor para no confrontarnos con los demás, ni entrar en conflicto con nosotros mismos.

Así por ejemplo, ser demasiado egoístas puede ser un impedimento para encontrar pareja, o bien, la fórmula infalible para perder la que tenemos. Una canción de la banda probablemente más popular de la historia de la música masiva en México entona “Tú y yo somos uno mismo”, refiriéndose justamente al abandono completo del egoísmo en una relación de pareja.

Tampoco se trata de eso, porque en un noviazgo, en un matrimonio o amasiato, también es importante conservar cierto individualismo, cierta personalidad e independencia, para también darle un equilibrio a la relación.

Cultivar el egoísmo en demasía también puede fracturar nuestras relaciones amistosas y familiares. Si antes de pensar en el otro, únicamente pensamos en nuestro beneficio, en el propio bienestar y en el auto confort, sin duda estropearemos amistades y relaciones de todo tipo, hasta las meramente circunstanciales.

Es por eso que en una discusión, por ejemplo, antes de pensar en lo mucho que nos enfada que nuestra pareja nos levante el tono de voz, analicemos si no estamos lastimando sus sentimientos con nuestras palabras o acciones.

Abandonar el egoísmo implica también ponerse en los zapatos de los otros, antes de defender vehementemente nuestra posición. Disminuir nuestro egoísmo implica pensar en los otros, entregarse mucho más a nuestros afectos y demostrar en todo momento nuestro amor y cariño a los demás.

El egoísmo en el radical opuesto puede convertirse en envidia, y entonces la felicidad de otros comenzará a disgustarnos. La vida del egoísta y del envidioso se vuelve insoportable sin darnos cuenta. Los egoístas empedernidos incluso son menos populares, por que tan sólo escucharlos decir “yo” todo el tiempo y conjugar verbos en primera persona es fastidioso.

El egoísmo tampoco es bienvenido en las organizaciones laborales, mucho menos en aquellas donde el trabajo en equipo es fundamental. Delegar, confiar en los otros, apoyar el crecimiento de los compañeros, fomentar el desarrollo de todos, forma parte de mantener al margen a nuestro egoísmo.

Tampoco se trata de ser la Madre Teresa de Calcuta; es lo mismo que con el consumo de bebidas alcohólicas: todo con medida. Para procurar nuestro éxito, perseguir nuestros sueños, alcanzar nuestras metas, de pronto tenemos que ser egoístas, pero con un enfoque positivo y más inclinado hacia la autoestima; es decir, una valorización de si mismo encaminada a la evolución y a la mejora constante de nuestra persona.

Así es, no todo el egoísmo es pernicioso, hay uno que es positivo: aquel que nos impulsa, que nos hace mejores individuos, profesionales competentes y soñadores despiertos.

Según como se encuentre nuestra autoestima, ésta será la responsable de muchos fracasos y éxitos, ya que una autoestima adecuada, vinculada a un concepto positivo de nosotros mismos, potenciará la capacidad de las personas para desarrollar sus habilidades y aumentará el nivel de seguridad personal; mientras que una autoestima baja enfocará a la persona hacia la derrota y el fracaso.

Hay una delgada línea entre el egoísmo negativo y el positivo, el reto es no traspasarla.

Por Víctor Espíndola

Ha sido Coordinador General de Comunicación Social en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Director Digital de Adn40; Director Director General Adjunto de Comunicación Digital en la Presidencia de la República; profesor, conferencista y consultor en marketing y comunicación política.