En el lenguaje marítimo, un lastre es una piedra, arena, agua u otra cosa de peso que se pone en el fondo de la embarcación, a fin de que ésta entre en el agua y sea detenida o suspendida. Es lo mismo que pasa con los resentimientos. Se trata de sentimientos y emociones negativas que nos detienen en el camino. Nos impiden progresar y, en el caso de nuestras relaciones, las enturbian y las pueden llevar al fracaso.

Un resentimiento tiene varios niveles, ocurre desde el momento en que alguien nos cae mal, hasta cuando le profesamos odio irracional. Tener sentimiento, pesar o enojo por algo o frente a alguien, es lo que conocemos como resentimiento, provocado regularmente por frustraciones: porque algo no es como quisiéramos, porque alguien no actúo como esperábamos, porque nuestras expectativas son diferentes a lo que obtenemos.

Efectivamente, las frustraciones engendran resentimientos, los resentimientos engendran autocompasión y la autocompasión nos detiene en la persecución de nuestros sueños. Por esta razón, los resentimientos están semánticamente relacionados con la flaqueza, es decir, el debilitamiento y la pérdida de fuerza ante la vida. A la sazón, aparece una amenaza de ruina o caída. Una persona con lastres emocionales decae de ánimo y afloja en las acciones que la conducen a la felicidad.

¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué resulta complicado llevarnos mejor con nuestros padres? ¿Por qué razón hay ocasiones que preferirnos alejarnos de nuestros amigos? Qué decir de nuestros jefes cuya misión en la vida parece ser hacernos imposible la nuestra. ¿Constantemente nos enfurece nuestra pareja? Quizá convenga hacer una revisión y saber si en el fondo o en la superficie existe algún resentimiento que nos embargue. Podemos comenzar con aquello que lo origina.

Los resentimientos surgen cuando alguien lesiona nuestro orgullo o lastima nuestro ego. Enseguida sentimos desde una leve irritación hasta el enojo o coraje severo. Si ahí quedaran las cosas, no habría tanto problema, pero cuando ese sentimiento surge con posterioridad y frecuencia, el lastre es mucho más que evidente. Como una herida que nunca sana, que siempre está al rojo vivo sin cicatrizar, y cuando se rasca, duele más todavía.

Otra forma de resentimiento, pero en sentido contrario es la culpa. Se trata de un contrapeso que también nos puede detener en la ruta de nuestra plenitud. Si creemos que alguien tiene algún sentimiento negativo hacia nosotros, sería bueno hablarlo y en caso de que resulte necesario, pedir perdón. Hay que tener suficiente humildad para pedir que alguien nos disculpe, pero sin duda es necesario.

¿Cuáles son las consecuencias de los resentimientos? Divorcios, abandonos, peleas, riñas… en nuestras relaciones. Negligencia, pereza, incompetencia, cuando por resentimiento trabajamos en algo que no nos gusta. En nuestra vida emocional, los resentimientos pueden generar angustia y ansiedad, lo que podría quitarnos el sueño, deprimirnos o causarnos nerviosismo y tensión. A nivel físico esto se puede traducir en úlceras, cansancio, alergias, dolores musculares. Intelectualmente un resentimiento puede provocar olvidos, falta de concentración e incluso dispersión a la hora de generar ideas y pensamientos.

Para poder enfrentar los resentimientos, ciertamente, debemos ejercitar la humildad, como una forma de disminuir nuestro crecido ego. Antes debemos decidir desprendernos de nuestros resentimientos, para después completar con acciones de amor. En cambio, si somos indiferentes ante los resentimientos, lo único que provocamos es su permanencia,

Si no los tenemos, también debemos estar preparados ante los resentimientos siendo proclives a la crítica. Recuérdese que no somos moneditas de oro y que siempre habrá alguien que nos critique. Ser receptivos con las críticas constructivas e indiferentes con las destructivas, entonces podremos ser inmunes a los resentimientos. Además, si estamos convencidos que las palabras se las lleva el viento, será fácil evadir aquellas que nos lastimen.

Practicar la tolerancia, la paciencia y comprensión, ponernos siempre en los zapatos de los otros, es también un antibiótico efectivo contra las bacterias del resentimiento. Pero sobre todo, la comunicación es un arma infalible contra los lastres emocionales, sobre todo cuando éstos ya están enraizados. Siempre es bueno hablar de lo que nos aqueja.

Por Víctor Espíndola

Ha sido Coordinador General de Comunicación Social en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Director Digital de Adn40; Director Director General Adjunto de Comunicación Digital en la Presidencia de la República; profesor, conferencista y consultor en marketing y comunicación política.