Al igual que hay padres autoritarios, también hay madres autoritarias que ejercen la severidad emocional, que son partidarias del «cachete a tiempo», del grito que para los pies y de la amenaza que no deja ser. Este tipo de crianza y educación siempre deja secuelas a corto y largo plazo. Sin embargo, en el caso de que sea ejercida por parte de una mujer, se añaden quizá ciertas particularidades.

No podemos descuidar la trascendencia que tiene el estilo de crianza en el desarrollo de los niños. Así, quien opta por el autoritarismo elige también el modo en que va a relacionarse con su hijo (mediante la superioridad), la forma en que se comunicará con él (a través de órdenes) y lo que esperará del pequeño (obediencia). Nada de esto es casual y quien elige estas dinámicas siempre responde a varias razones.

De este modo, quien usa la imposición, la autoridad y la intolerancia en el trato diario como progenitor revela una mente rígida e inflexible. La falta de empatía, la frustración existencial y la necesidad de tenerlo todo bajo control demuestran casi siempre inseguridad y una autoestima débil.

mujer amenazando a su hijo simbolizando a las madres autoritarias

Características de las madres autoritarias

¿Existe realmente alguna diferencia entre los padres y las madres autoritarias? ¿Tiene alguna particularidad la educación impositiva y severa ejercida por parte de una mujer? Lo cierto es que -por término medio- parece ser que sí. Disponemos de investigaciones, como las realizadas en la Universidad de California, por ejemplo, que nos señalan datos relevantes al respecto de esta tendencia.

Al parecer, cuando un niño crece en un entorno regido por la maternidad autoritaria experimenta mayores carencias emocionales. Esa frialdad emocional puede ser incluso más incisiva que la ejercida por un padre autoritario.

En buena parte de los casos, las madres son esas primeras figuras de apego en la vida infantil y cuando ese vínculo se nutre de la hiperexigencia, la frialdad y el castigo, las consecuencias pueden ser más traumáticas.

Comprendamos ahora cuál es el perfil de las madres autoritarias y cuáles las consecuencias.

La hiperexigencia que esconde el sentimiento de frustración

Uno de los rasgos de las madres autoritarias es la exigencia desmedida que aplican sobre los hijos. Muchos podrán señalar aquello de que es bueno que un niño tenga normas firmes y se le exija determinadas cosas. Es cierto, pero todo tiene un límite.

Para empezar, las mujeres que ejercen ese autoritarismo esconden muy a menudo anhelos frustrados. Tal vez, la vida que tienen ahora no es a la que aspiraban en el pasado. Puede que fracasaran en la consecución de un objetivo, que su desarrollo profesional no se ajuste al esperado o que su relación afectiva no sea la más feliz.

Estas y otras dimensiones trazan a menudo un sentimiento de fracaso que se esconde tras el perfeccionismo y la hiperexigencia educativa:

  • La madre dominante traza al detalle cómo debe ser la vida de su hijo.
  • El niño rara vez logra alcanzar ese listón tan elevado y esto les aboca a experimentar desde edades tempranas una gran ansiedad y autopercepción negativa. Por mucho que se esfuercen nunca logran satisfacer el ideal que imponen sus madres.

Hablan por sus hijos y toman decisiones por ellos

Algo que reveló el estudio de la Universidad de California antes citado es la sensación de vergüenza que persigue siempre a los hijos de las madres autoritarias. ¿La razón? Es fácil de comprender.

  • Estas mujeres deciden incluso quiénes pueden y no pueden ser amigos de sus hijos.
  • Son además, esas figuras que hablan por ellos, que en una conversación llegan a silenciarlos para responder en su lugar. Ellas deciden lo que les gusta y lo que no. Ellas proyectan y se hacen cargo de toda tarea que les correspondería a sus hijos.

Esto hace que ese niño o niña termine desarrollando una sensación de vergüenza constante al no tener voz ni opinión.

Madres autoritarias: manipulación y disciplina férrea

La maternidad autoritaria no se permite errores, ni de sí misma ni de los propios hijos. Así, cada vez que ellas experimentan un fracaso siempre buscan a alguien a quien culpabilizar. De ese modo, si han tenido por ejemplo, un mal día en el trabajo, no dudan en decirle a sus niños que ellos son responsables en vista de lo mal que se portan o los quebradores de cabeza que les dan.

A la manipulación cotidiana e incisiva en cada acto y palabra, se le añade la férrea disciplina. Cada actividad está pautada, las normas son tan rígidas que no dejan espacio al juego, al disfrute, a la libertad. Así, y dadas estas severas dinámicas, es común que estos niños lleguen a desarrollar en la adolescencia desde trastornos en la conducta alimentaria o incluso autolesiones.

niña intentando parar el efecto de las madres autoritarias

Las emociones son signo de debilidad

Las madres que defienden el cachete a tiempo, que opinan que para educar hay que imponer, castigar y amenazar, entienden poco de inteligencia emocional. Es más, por término medio, las emociones no tienen cabida y son sancionadas. En estos contextos de autoritarismo, la emoción expresada es etiquetada como rasgo de debilidad.

Al niño que llora se le ridiculiza, al que protesta se le reprende y al que grita en exceso cuando se divierte se le amonesta porque está haciendo el ridículo. Estas son sin duda experiencias que a muchos les pueden ser familiares. Y en efecto, la herida originada aún duele a pesar de los años. Porque la crianza autoritaria no educa a personas más brillantes, da al mundo seres más inseguros e infelicesTengámoslo presente.

Por galuvi

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