Toda la vida se nos ha dicho que debemos consumir al menos 8 vasos de agua al día para considerar que ingerimos una cantidad adecuada. Las células requieren ciertas «llaves» para permitir el ingreso adecuado de agua; estas «llaves» son los electrolitos o minerales.

Aunque el agua, por naturaleza, es simple y no nos proporciona nutrientes adicionales, esto no significa que debamos dejar de consumirla. Hace muchos años, el agua provenía de manantiales y sí aportaba los electrolitos que necesitamos para una correcta hidratación. Sin embargo, con el paso del tiempo y la evolución de las circunstancias, esto dejó de ser el caso.

Así que, ¿sabes si estás bien hidratado?

La deshidratación ocurre cuando el cuerpo no cuenta con la cantidad de agua esencial. Esta puede ser leve, moderada o grave, dependiendo de la cantidad de líquido perdido.

La deshidratación puede tener diversas causas, tales como:

  • Sudoración excesiva debido al clima.
  • Fiebre.
  • Vómito o diarrea.
  • Frecuencia urinaria elevada.

Los síntomas de la deshidratación incluyen:

  • Sensación de sed.
  • Boca seca o pegajosa.
  • Poca producción de orina.
  • Orina de color amarillo oscuro.
  • Piel reseca.
  • Dolor de cabeza.
  • Calambres musculares.

Para prevenir la deshidratación, es fundamental proporcionar al cuerpo los «llaves» o electrolitos necesarios para que pueda aprovechar al máximo cualquier líquido que ingiramos. Esto se puede lograr consumiendo electrolitos en forma de suero o agua mineral.

Es importante señalar que consumir un poco de alguna de estas opciones diariamente no representa un riesgo a menos que se padezca una enfermedad renal. La recomendación de ingerir 8 vasos de agua al día es adecuada, pero es esencial recordar que cualquier líquido contribuye a nuestro requerimiento diario.

Al incluir electrolitos en nuestra dieta, podríamos incluso sentirnos más concentrados y activos.

Por María Del Castillo

Soy María del Castillo Gutiérrez, licenciada en Nutrición y Maestra en Gestión Directiva en Salud. Me apasiona ayudar a las personas a llegar a sus objetivos, hacerlos conscientes de algo que no sabían que estaba ahí y ayudarlos en los procesos necesarios para sanar su relación con la alimentación. Creo firmemente que la alimentación va de la mano con las emociones y que no podemos abordar una sin la otra.