Internet no solo ha cambiado nuestra manera de acceder a la información, sino que su impacto va mucho más allá. Nos permite dar un salto cuántico en el control de nuestra imagen. A la hora de exponernos públicamente, tenemos la oportunidad de medir cada palabra, cada gesto. Porque en Internet también hay gestos, formas de aprobar, de censurar, de mostrar acuerdo y desacuerdo sin tener que utilizar el lenguaje. Ahora, poco se habla de las personas que sufren en un mudo feliz.

La red nos permite crear nuestro propio mundo artificial, extender nuestro escaparate prácticamente en un espacio poco acotado. Más allá de lo que quizás nuestra imaginación permitió. Podemos mentir sin que el otro tenga la oportunidad de percibir nuestra tentación de bajar la mirada.

El malestar por la disonancia se reduce a corto plazo sabiendo que no habrá conflictos a los que nos tendremos que enfrentar, sencillamente porque nadie nos pondrá frente a ellos. En nuestro perfil no hay contradicciones sí, porque nosotros las vemos, lo que nos hace personas que sufren en un mundo feliz.

Chica llorando mirando el móvil

Detrás de este control de la exposición se quedan enmascarados varios problemas

En esta escenificación dictada es complicado ayudar a las personas que sufren. La actualidad fugaz se traga el duelo.

Somos conscientes de que la tristeza sostenida en el tiempo nos puede alejar de nuestro entorno, convertirnos en una carga. Sabemos que las personas solemos terminar alejándonos, salvo que existan motivaciones más poderosas de quienes nos hacen gastar una gran cantidad de energía. Intentar levantar a alguien una y otra vez es muy costoso, y puede terminar por producir una gran frustración.

La persona que sufre lo sabe. Por eso no quiere darle demasiado espacio a la tristeza. Quizás una pincelada, nada más. Sabe que las imágenes alegres y bucólicas cosechan más me gustas, mantenidas en el tiempo, que las tristes y melancólicas.

Espejismos fuera del desierto

Todos miramos a nuestro alrededor para obtener información (comparación social). Subimos las persianas para ver si llueve y tenemos que coger el paraguas. Observamos el rendimiento de nuestros compañeros de trabajo para hacernos una idea de lo que se espera de nosotros.

Lo aprendemos desde pequeños. Normalmente se dictan unas normas que son máximos. En este sentido, son los demás quienes, con su comportamiento, nos dicen cuáles son más o menos importantes. Si nuestros compañeros de trabajo no suelen estar en la oficina muy puntuales, terminaremos deduciendo que contamos con un margen en este sentido.

Ahora bien, imagina que lo que ves no es realmente lo que sucede. Que tus compañeros sí llegan a la hora, pero lo que hacen es estar en espacios que tú no conoces, trabajando. De esta manera, no es raro que termines entendiendo por flexible una norma que en realidad no lo es. Este es precisamente el espejismo.

Quizás el ejemplo sea un poco raro. Pongamos otro más común que nos hace personas que sufren en un mundo feliz. ¿Con qué frecuencia ves imágenes en tus redes sociales de tus amigos en su tiempo de ocio? Platos muy bien decorados, sol, pies en la playa… ¿No tienes la sensación de que muchos se pasan la vida de vacaciones?

Este pensamiento no es inocuo, ya que en muchas ocasiones esto nos hace sentir que tenemos muy poco tiempo libre, cuando en realidad puede no ser cierto. Así, lo que publica nuestro entorno puede incidir directamente en nuestro bienestar o malestar laboral.

Hombre triste mirando el móvil

Sobreexigencia para las personas que sufren en un mundo feliz

Lo mismo pasa con lo que nos exigimos. Mario acaba de colgar la noticia de que le han dado un premio, Lucía ha colgado el último artículo que ha publicado, Luis publica todos los días su esfuerzo para conseguir las oposiciones. Nos gusta que los demás nos vean como personas trabajadoras, productivas y de éxito.

Este espejismo puede envenenar las valoraciones que hacemos sobre los hitos que alcanzamos, la forma que tenemos de relacionarnos con los errores que comentemos. ¿Cuántas fotos publica nuestro entorno con sus fallos? ¿Cuántos publican que su empresa les ha despedido o que llevan un tiempo buscando empleo?

Por ejemplo, un estudio realizado por Mayra Pérez y Angélica Quiroga en 2019 evidencia que el uso de Internet como entorno social está asociado en jóvenes a la comparación ascendente. Dicho de otra manera, como corolario, el uso de la red podría distorsionar nuestra perspectiva respecto, por ejemplo, al grado de destreza que tenemos a la hora de realizar una tarea.

Un hecho que puede deberse, al menos en parte, a que contamos con muchos más ejemplos en lo que alguien muestra una destreza superior a la nuestra.

Este anhelo de perfección inspirado en lo que vemos puede potenciar una sensación que todos conocemos en primera persona: la de que la realidad nos supera, nos abruma, nos hace pequeñitos o liliputienses. Hablamos de una insatisfacción vital que muchas veces termina por hacernos personas que sufren en un mundo feliz.

Por galuvi

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