Hace unas semanas, el gobierno de Puerto Vallarta abrió una consulta pública “al pueblo bueno y sabio” para decidir si se reabre o no el malecón al tránsito vehicular. Y aunque este tipo de ejercicios se agradecen, una mala redacción puede causar polémicas completamente innecesarias.
La consulta, según se dice, está dirigida a los vallartenses. Y ahí es donde, como decimos en confianza, “la puerca tuerce el rabo”. Porque en cuanto se lanzó la iniciativa, comenzaron a surgir voces que aseguraban que solo los nacidos en este hermoso rincón del Pacífico tienen derecho a opinar. ¿El resto? Bien gracias.
No importa si llevas décadas viviendo aquí, si abriste un negocio, si generas empleos, si tus hijos nacieron en esta ciudad: si no naciste en Vallarta, desde cierta perspectiva limitada, eres y seguirás siendo un fuereño, sin voz ni voto.
Y justo a eso me refiero con polémicas innecesarias. Porque más allá de si estás a favor o en contra de la reapertura, más allá de si queremos un centro más peatonal (como en muchas ciudades del mundo), o de si se impacta al comercio o no, el debate terminó centrado en una absurda discusión de identidad: “tú no eres de aquí, así que no opinas”.
Todo esto pudo evitarse con una simple decisión de redacción. Si la convocatoria dijera “consulta a la población”, el tema se centraría en lo que importa: ¿queremos reabrir el Malecón al tránsito o no?
Y para cerrar, sí, la prioridad debería ser el peatón… y ya de paso, que bajen también a las bicicletas del Malecón. Porque una cosa es moverse en bici y otra creerse dueño del carril y llevarse a quien se cruce.
